UN VASITO DE VINO

UN VASITO DE VINO

Vieja leyenda de Muruela. URDAIBAI

Volvía de la taberna una noche para su casa, cierto hombre de Muruela, y lo hacía dando algún que otro tumbo, consecuencia sin duda de la embriaguez de que era víctima, cuando, al pasar por la explanada de Etxebartxukolanda, se encontró, de buenas a primeras, en medio de un corro de mujeres. Como dichas mujeres iban muy ligeritas de ropa, y al hombre, a pesar de lo turbio de su entendimiento, le parecieron unas desvergonzadas, se plantó ante ellas y se puso a mirarlas con gran descaro.

Pero las mujeres no parecieron molestarse por la impertinencia del noctámbulo, ni tampoco hicieron además de cubrir sus desnudeces. Por el contrario, algunas de ellas, con gran desparpajo, tras acercarse al borracho para contemplarlo descaradamente a su vez, y riéndose muy divertidas, dijeron a éste por boca de una:

- ¡Pídenos lo que quieras, que como esta noche estamos de muy buen humor, te lo vamos a dar!

- ¿Lo que quiera, lo que quiera...? –inquirió el hombre, mirándolas con ojillos golosos y haciéndoles constantes guiños.

- Sí, sí... ¡Lo que quieras! –corroboraron ellas.

El hombre se quedó un instante pensativo, se rascó la barbilla y dijo:

- Pues..., en ese caso... ¡Quiero un vasito de vino!

- Fue decirlo y, entre risotadas, otra de las mujeres acercarse al borracho con un vasito de vino en sus manos y tendérselo a éste.

El hombre cogió el vaso, lo levantó un momento, como brindando por ellas, y lo vació de un trago en su gaznate. Luego, tras eructar complacido y secarse los labios con el envés de una mano, exclamó:

-¡Jesús, qué vino tan delicioso!

Fue decirlo y empezar las mujeres a chillar como locas, a la vez que se quitaban de en medio corriendo desesperadas. En fin, que, en un abrir y cerrar de ojos, el borrachín se encontró en medio de aquella explanada, más solo que la una, perplejo y con el vaso en la mano.

Pero, no tardaría en echar a correr también aquel hombre, sin detenerse en su carrera hasta a su casa a pesar de la borrachera. Y, no era para menos, pues, habiendo mirado el contenido del vasito de cristal, descubrió con horror y asco que éste estaba repleto de bichos inmundos.