LA LUNA
LA LUNA
Ilargi o Ilazki, la Luna, es, según se lee en el «Diccionario ilustrado de mitología vasca» de J. M. de Barandiaran, de género femenino, al igual que el Sol.
En fórmulas y plegarias se le llama “Ilargiko-amandre”, madre Luna, y cuando aparece
encima de los montes orientales, le dicen: “Ilargi amandrea, zeruan ze berri?” (madre Luna, ¿qué noticias hay en el cielo?).
Antiguamente, un día a la semana (el viernes) estaba dedicado a la Luna. El viernes es
también el día en el que se reúnen los brujos. El mismo día, a la luz de la Luna y en las encrucijadas de los caminos, deben quemarse los objetos mágicos que hayan pertenecido a personas embrujadas.
La Luna es la protagonista de las dos siguientes narraciones.
El hombre de la luna
Hace mucho tiempo, vivía un ladrón en Antzuola. No era un ladrón importante, robaba cosas pequeñas: una gallina por aquí, un par de conejos por allá, tomates, lechugas...
Una noche de invierno de ésas en las que hace mucho frío y el cielo está tan claro que
pueden contarse las estrellas una a una, el ladrón decidió robar unas leñas recién cortadas
que un vecino del pueblo tenía apiladas al lado de su puerta. El ladrón, aprovechando la oscuridad de la noche y que todo el mundo dormía, robó la pila de leña y se marchó
presuroso a su casa. Iba muy contento porque nadie le había visto y su hazaña le había
costado muy poco esfuerzo. En eso, se dio cuenta de que la Luna brillaba en el cielo y que,
además, parecía seguirle. Enfadado con ella, le gritó:
—No necesito de ti, ¿me oyes? ¡Lárgate!
Como la Luna seguía detrás de él sin hacerle caso, el hombre volvió a gritarle:
—¡Que te largues! ¿Me oyes? ¡Vete!
El ladrón dejó la leña en el suelo y, cogiendo unas piedras, empezó a tirárselas a la Luna. De pronto, la Luna empezó a bajar y a bajar y, cuando se encontró cerca del hombre, lo agarró con su cuerno por la cintura y lo levantó. Después volvió a su lugar en el cielo.
Desde entonces, el ladrón está allí y, en días de luna llena, puede verse perfectamente
su cara si miramos con atención.
El reflejo de la luna
Tres hombres regresaban a su pueblo después de un largo viaje. Estaban cansados y
tenían hambre, pues llevaban varios días sin comer. Caminaban por encima de un puente
cuando se fijaron en la Luna que se reflejaba en las aguas del río.
—¡Mirad!—exclamó uno—, ¡Un enorme queso allá abajo!
Los tres se quedaron mirando al “queso”, pensando en el banquete que se iban a dar.
—Pero no podemos cogerlo —dijo otro—, está muy lejos...
Volvieron a quedarse pensativos, cada uno de ellos imaginando la mejor forma para
conseguirlo.
—¡Ya está! —exclamó el tercero—. Hagamos una cadena colgándonos uno del otro y
así podremos alcanzar ese hermoso y apetitoso queso.
Así lo hicieron. Se colgaron del puente, agarrándose uno a otro con las manos. El
primero que colgaba, a quien le faltaba muy poco para llegar hasta lo que ellos creían que
era un queso, le gritó al que estaba más alto, colgado del puente:
—¡En! ¡Suelta un poco la mano para que pueda yo coger el queso! Bastará con un poco...
El de más arriba se soltó del puente y los tres cayeron al agua.
La Luna se alejó, riéndose de los tres tontos..
Toti Martinez de Lezea. Leyendas de Euskal Herria