ZIRIPOT
Lantz, Nafarroa
El carnaval de Lantz es muy famoso por
su originalidad, por su colorido y por todo lo que de misterioso y ancestral
encierran sus personajes, representados por los mozos de este pueblo navarro.
Miel-Otxin
es un muñeco de paja provisto de una máscara y un gorro alto en punta, que está
cubierto de papeles de colores. Es llevado en hombros por uno de los mozos.
Zaldiko
es representado por un mozo con un armazón sujeto a la cintura en el que se
representan una cola y una cabeza de caballo. Lleva una gorra de paja y la cara
tiznada.
Los txatxoak
son mozos vestidos con trajes y telas de colores vistosos y gorros de paja o
acabados en punta. Llevan la cara tapada y escobas o palos en las manos.
Los perratzaileak
van totalmente cubiertos con tela de saco y llevan un caldero con brasas para
herrara Zaldiko.
Ziripot
es un mozo vestido con un saco grande relleno de paja. Lleva la cara tapada con
un pañuelo y apenas puede andar.
La siguiente narración se basa en la
interpretación de los personajes del carnaval.
Hace
tiempo vivía en el pueblo de Lantz, en Nafarroa, un personaje muy popular al
que llamaban Ziripot. Era un hombre grande y gordo que casi no podía andar ni
tampoco trabajar, así que, para ganarse la vida, contaba viejas historias o
cuentos y sus vecinos, quienes, a cambio, le regalaban comida.
—¡Mira,
mira, Ziripot, lo que te traemos hoy!
Y le
enseñaban una cesta llena de verduras, frutas y algún que otro pollo.
—¡Cuéntanos
un cuento!
—¡Que
sea divertido!
—¡No,
no! Hoy queremos una historia de amor.
—¡Bah!
Mejor una batalla.
Y así
pasaron los meses y los años hasta que, de pronto, un día apareció en Lantz un
gigante llamado Miel-Otxin. Era feroz y malvado, abusaba de las gentes y les
robaba todo lo que tenían. Con él iba una criatura extraña, mitad hombre y
mitad caballo, cuyo nombre era Zaldiko.
Los dos
se establecieron en Lantz y exigieron que el pueblo se sometiera a su voluntad.
Todos los días, Miel-Otxin y Zaldiko se situaban en medio de la plaza, los
herreros ponían herraduras nuevas en las patas del centauro y los habitantes
del lugar, atemorizados, desfilaban uno por uno delante del gigante y su
ayudante, depositando a sus pies todo cuanto poseían.
Sólo
Ziripot no podía llevar nada, porque nada tenía.
—¡Eh!
¡Tú! ¡El gordo! ¡Ven aquí!—gritó Zaldiko.
Pesada
y lentamente, Ziripot se acercó.
—¿Por
qué no traes nada? —le preguntó el hombre-caballo, haciendo restallar su
látigo.
—No
tengo nada —fue su respuesta.
Furioso,
Zaldiko se abalanzó sobre él y lo golpeó con rabia una y otra vez, hasta que el
pobre Ziripot cayó a tierra. Intentó levantarse pero no pudo, debido a su
enorme peso. Unos cuantos vecinos intentaron ayudarle, pero Zaldiko, con su
látigo, no les dejó acercarse. Se hizo de noche, la plaza quedó desierta y el
gordo Ziripot quedó en medio de ella sin poder moverse.
Ya
pensaba en que tendría que quedarse allí cuando, de entre las sombras, fueron
apareciendo los vecinos, que sigilosamente le ayudaron a levantarse y lo
llevaron a su casa.
—¡Esto
no puede seguir así! —dijo uno.
—¡Nos
van a dejar sin nada! —añadió otro.
—¡Hay
que encontrar una solución! —exclamó un tercero, y todos quedaron en silencio.
—Una
vez —comenzó diciendo Ziripot—, una gran piedra cayó rodando desde el monte y
fue a parar delante de un caserío, tapando la entrada. El dueño intentó, desde
dentro, mover la piedra, pero era muy pesada y no pudo. Salió por la ventana e
intentó moverla desde fuera, pero tampoco pudo, pues la piedra seguía siendo
igual de pesada. Pasó muchos días pensando en cómo solucionar su problema,
hasta que se le ocurrió pedir ayuda. Llamó a sus vecinos y entre todos quitaron
la piedra.
Los
vecinos se miraron unos a otros, cogieron todo lo que encontraron a mano:
estacas, azadas, layas, horcas..., y fueron en busca de Miel-Otxin y de
Zaldiko. Este último pudo escapar gracias a sus patas de caballo, que corrían
velozmente, pero el gigante fue capturado. Los vecinos lo condenaron en juicio
público, lo ahorcaron y quemaron sus restos en la plaza.
Lantz
recobró la tranquilidad y Ziripot siguió contando cuentos y leyendas hasta el
fin de sus días.
Martinez de Lezea, Toti - Leyendas de Euskal Herria