Teodosio de Goñi es un personaje a
caballo entre la historia y la leyenda. Fue un guerrero vascón, hijo de Miguel
de Goñi, señor del Valle de Goñi, hoy de Gesalaz, perteneciente a la merindad
de Estella, y propietario de una casa fuerte en lo alto de una colina. Miguel
de Goñi era uno de los miembros del Consejo de los Doce que gobernaba el
territorio navarro.
Según
la leyenda, volvía Teodosio de Goñi a su casa después de guerrear contra los
godos que intentaban dominar Nafarroa, cuando se le apareció un hombre extraño
en Erretabidea, camino del valle de Ollo, y le dijo que su mujer, Constanza de
Butrón, le traicionaba con un amante. Loco de rabia, Teodosio espoleó su
caballo, llegando a su casa ya de noche y subiendo rápidamente al dormitorio.
Un rayo de luna entraba por la ventana iluminando la habitación, y el caballero
observó que había dos personas en la cama. Creyendo que eran Constanza y su
amante, sacó la espada y la clavó en los dos cuerpos de los durmientes,
matándolos en el acto.
Al
salir de la habitación, Teodosio se topó con su mujer, que se había despertado
al oírle llegar.
—¡Constanza!
—exclamó el hombre sorprendido.
—¡Teodosio!
¡Qué alegría! —exclamó Constanza a su vez, abrazándolo.
—Pero...,
si tú estás aquí, ¿quiénes son los que duermen en nuestra cama? —inquirió
Teodosio sin recuperarse de la sorpresa.
—Tus
padres —le informó su mujer—. Han venido a visitarme y les he dado la mejor
alcoba de la casa, la nuestra.
Horrorizado
por su acción, el caballero fue a Roma en peregrinación y aceptó el castigo que
se le impuso: colgarse una gruesa cadena a la cintura y dormir al raso hasta
que la cadena se desgastase y cayese por sí sola, lo que significaría el perdón
divino por el doble parricidio. Llevaba ya siete años vagando por la sierra de
Aralar sufriendo el castigo, y la cadena estaba tan nueva como al principio. Un
día, al acercarse a una sima muy profunda, escuchó un estruendo terrible. Poco
después, apareció un dragón enorme que acababa de despertarse de su sueño, un
sueño que había durado cien años, y tenía hambre. Al ver a Teodosio se dirigió
hacia él, dispuesto a tragárselo de un solo bocado. El pobre caballero apenas
podía moverse, debilitado por la penitencia y la pesada cadena que llevaba
colgada.
—¡San
Miguel! —gritó al ver avanzar al dragón—. ¡Ayúdame!
Su
grito se escuchó en el cielo y Dios dijo al arcángel:
—¡Miguel!
Te llaman en la tierra.
—Yo no
bajo si no es Contigo —respondió el arcángel.
Bajó,
pues, san Miguel con Dios sobre su cabeza y luchó contra el dragón, matándolo.
En el mismo instante en que la bestia se desplomaba muerta, se rompió la cadena
que ceñía la cintura de Teodosio, y cayó al suelo.
En
agradecimiento por su ayuda, Teodosio de Goñi y su mujer mandaron edificar el
santuario de San Miguel in Excelsis, al cual acuden todavía hoy las mujeres
estériles que desean tener hijos. En uno de los muros del templo hay un agujero
por donde se oyen los ruidos, dicen, del infierno. Es creencia popular que se
quitan los dolores de cabeza si se introduce ésta por ese agujero. También
existen unas cadenas colgadas en otro de los muros que, siempre según la
tradición, son las de Teodosio, y que quitan los males de cabeza y algunas
veces hasta los de dientes si se dan tres vueltas a su alrededor.