En Iparralde existía una gran creencia
en la brujería, las brujas y los hechiceros. En el siglo XVII, el inquisidor
Pierre de Lancre persiguió incansablemente a los sospechosos de brujería, y
fueron muchos los que murieron en prisiones y en hogueras. Según cuenta J. M.
de Barandiaran, en Sara, las brujas se reúnen de noche fuera del pueblo y
bailan al son del ttunttun o tamboril, sin txistu ni xirula, mientras gritan: “Etxean
zahar, kanpoan gazte” (En casa, viejo; en la calle, joven).
Los habitantes del barrio de Alkerdi, en
Urdax, eran tenidos por brujos, y también los de Arrankoitz, así como los
habitantes de Eihalarre, en el valle de Carazi, a los que se llamaba
akelartarrak, según cuenta R. Mª de Azkue. Lugares famosos de aquelarres en
Iparralde son: Artegaña en Alzai, Arlegiko Kurutzi y el prado de Sohuta, cerca
de Maule.
En tiempos
pasados, vivía en Urdax de Lapurdi una vieja bruja que asistía, como era su
obligación, a los aquelarres los viernes por la noche.
Esta
bruja tenía como vecinos a dos hermanos, solterones y además jorobados, que
sospechaban de ella y la vigilaban con mucha atención. Un día, uno de los dos
hermanos llamó a la puerta de la vieja y le dijo:
—Me
gustaría acompañarte un día a la reunión.
La
vieja se hizo la sorprendida.
—¿A la
reunión? ¿A qué reunión? ¡No sé de qué me hablas!
Pero el
hombre tanto insistió que, finalmente, la bruja le confesó que, en efecto, ella
era lo que ellos sospechaban y que asistía todos los viernes al aquelarre.
Decidieron, pues, ir juntos al próximo, pero, antes, la bruja le hizo una
recomendación.
—¡Fíjate
bien! —le dijo—. El presidente de la reunión nos hará a cada uno decir los días
de la semana, y hay que decirlos de la siguiente manera: lunes, martes,
miércoles, jueves, viernes y sábado. Nunca menciones el domingo, ¿de acuerdo?
El
vecino jorobado estuvo de acuerdo, y el viernes siguiente acompañó a la bruja
al aquelarre.
Había
allí cientos de brujas y brujos y, en medio de todos ellos, se encontraba el
presidente de la reunión con un gran libro debajo del brazo, a quien rápidamente
le llevaron un sillón de color rojo para que se sentara. Todos los presentes
iban pasando y, después de besar el libro, decían los días de la semana.
Al
llegarle el turno al jorobado, éste besó el libro y recitó los días de la
semana de carrerilla.
—Lunes,
martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo.
El
presidente de la reunión se levantó de su asiento muy enojado.
—¿Quién
ha hablado de domingo? —preguntó.
—Señor,
ha sido este jorobado —dijeron los demás.
—Pues
que le quiten la joroba de la espalda.
Y así
se hizo. El hombre volvió a su casa, encantado de no tener ya joroba. Su
hermano, que lo estaba esperando, le preguntó sorprendido:
—¡Oye!
¿Cómo lo has hecho?
El otro
le contó lo que había ocurrido y le animó a que él también probara suerte.
Así
pues, el segundo hermano fue a casa de su vecina, la bruja, y le pidió que
también lo llevara al aquelarre.
—Lo
haré, pero prométeme que no mencionarás el domingo —le dijo—. Tu hermano
también lo prometió, pero no cumplió su promesa.
—Puedes
confiar en mí —respondió él—, yo sí que la cumpliré.
Llegado
el viernes, fueron los dos al aquelarre. El hombre pudo comprobar que todo
ocurría como se lo había contado su hermano y, cuando le llegó a él el turno de
recitar los días de la semana, dijo:
—Lunes,
martes, miércoles, jueves, viernes, sábado y domingo.
El
presidente de la reunión se levantó de su silla, más enfadado que nunca.
—¿Quién
ha hablado de domingo?
—Señor,
ha sido este jorobado —respondieron los demás.
—Una
vez, vale —continuó el presidente—; pero dos son demasiadas. ¡Que le pongan a
éste la joroba del otro!
Y el
pobre hombre regresó a su casa con dos jorobas que ya no se pudo quitar, porque
su vecina, la bruja, desapareció y no pudo llevarle de nuevo al aquelarre.
Toti Martínez de Lezea.
LEYENDAS DE EUSKAL HERRIA