La lechuza es un ave rapaz que siempre
ha sido tenida en Euskal Herria por un genio nocturno o por un siervo de los
genios que pueblan las noches vascas, según cuenta Juan Mugarza en su libro «Tradiciones,
mitos y leyendas en el País Vasco», en el que relata la siguiente
leyenda, cuyo origen, según señala el autor, podría datar de los primeros
tiempos del cristianismo en nuestra tierra.
En un
pueblo de Araba, cuyo nombre se ha olvidado, vivían dos hermanos muy diferentes
en su manera de ser. Mientras uno era bueno y caritativo, el otro era avaro y
estaba lleno de maldad. Mientras uno creía en Dios y en el bien, el otro no
creía ni siquiera en el diablo, sólo creía en sí mismo y en las riquezas que
día a día iba acumulando.
Pasaron
los años y el rico era cada vez más rico, pues nunca daba a nada a nadie y
guardaba todo el dinero que ganaba, de forma que había amasado una enorme fortuna
que guardaba en un arcón cerrado con siete candados. Todas las tardes abría el
arcón del dinero y, muy satisfecho, contaba una a una las monedas que tenía
ahorradas.
El otro
hermano, por el contrario, era cada vez más pobre. Su amor hacia los demás hacía
que compartiese todo, o lo poco que tenía, y los necesitados del pueblo sabían
que si llamaban a su puerta no se irían con las manos vacías.
Un día,
el hermano pobre se puso muy enfermo y, sintiendo que la muerte estaba cerca,
envió a un amigo a casa de su hermano mayor para que le diese unas velas,
porque en aquel entonces se creía que los muertos debían de tener una luz cerca
para alumbrar el camino hacía el otro mundo. Sin una vela cerca, el muerto
podía extraviarse y vagar eternamente sin encontrar el camino.
Llegó
el amigo a casa del rico y le pidió dos cirios para su hermano, pero el avaro
respondió:
—¡Que
le den las velas aquéllos a los que ayudó! ¡Yo nunca doy nada, y no voy a
cambiar ahora! Mi hermano nunca me pidió ni me dio, así que estamos en paz.
Cuando
el enfermo supo la respuesta de su hermano, dijo:
—¡Te
maldigo, hermano! Morirás sin que nadie cierre tus ojos y tu alma vagará
errante en el cuerpo de una lechuza para siempre jamás.
Y,
diciendo esto, el pobre murió.
Pasaron muchos años. El avaro no había vuelto a pensar en su
hermano, pero un día, mientras contaba sus monedas, se sintió mal. Al instante
supo que iba a morir, y recordó las palabras de su hermano. Horrorizado, pidió
perdón, pero en ese mismo momento entró una lechuza por la ventana y se puso a
volar por encima de su cabeza. Entonces escuchó una voz que llegaba desde muy
lejos y que decía:
—Nada
tengo que perdonarte, porque nada me hiciste, pero tu alma vagará errante por
los siglos de los siglos en el cuerpo de esta lechuza que te acompaña hoy, día
de tu muerte,
El
cuerpo del hermano rico nunca fue encontrado, y es creencia que sigue vagando
en forma de lechuza.
Por eso, cuando una lechuza aparece en el lugar en donde hay
algún enfermo es un mal presagio, porque significa que pronto morirá.
Toti Martínez de Lezea.
LEYENDAS DE EUSKAL HERRIA